En la 8ª sesión ordinaria del Concejo Municipal, el oficialismo presentó un proyecto que no pasó desapercibido. Se trata del programa “Fruto Urbano”, impulsado por la presidenta del cuerpo, «Mity» Reutemann, y el concejal Sergio Juncos, ambos del PRO, que propone el aprovechamiento de los naranjos amargos de la ciudad para elaborar mermeladas, aceites, licores y productos de limpieza.
Si bien el enfoque sustentable podría tener valor en otro contexto, lo llamativo está en el momento y en la forma: la propuesta incluye la elección anual de un “Rey y Reina de la Naranja Amarga”, un formato difícil de justificar en una ciudad que enfrenta reclamos estructurales por calles intransitables y servicios deficientes entre otros.
Aunque se menciona que será una elección “inclusiva” con criterios sociales y culturales, lo simbólico de coronar soberanos en torno a una fruta amarga no parece responder a ninguna demanda real. Y menos aún cuando la administración municipal muestra dificultades para resolver cuestiones básicas de gestión.
Mientras la ciudad exige gestión, el proyecto deja más preguntas que respuestas. Porque volver a proponer la elección de un rey y una reina no solo suena desfasado, sino que rescata del pasado una idea que el sentido común ya había dado por superada.