15 octubre, 2025

Un posible rescate pone la soberanía en juego

El reciente encuentro entre Javier Milei y Donald Trump en la Casa Blanca no solo atrajo las miradas por su simbología política: dejó al descubierto una operación geoeconómica que bordea la subordinación estratégica. Con sus propias palabras, Trump condicionó el respaldo financiero de Estados Unidos —vía Tesoro— a lo que suceda en las elecciones legislativas del 26 de octubre. “Si no gana, no contarán con nosotros”, sentenció en público.

Este gesto no es menor. Estamos ante un menú donde no hay ayudas gratuitas ni gestos diplomáticos desinteresados: el auxilio financiero aparece supeditado a una suerte de “evaluación política” externa. Un país en crisis, con reservas diezmadas y dolorosas expectativas de deuda, se ve expuesto a una presión extranjera que no admite ambigüedades.

Trump fue claro. En la conferencia ante la prensa oficial, rubricó su línea: “Si no gana, no seremos generosos con la Argentina”. Días antes, medios nacionales ya habían anunciado que el gobernante republicano advertiría que “la ayuda financiera de la Secretaría del Tesoro se reducirá si pierde las elecciones del 26 de octubre”. Desde el Gobierno argentino intentaron matizar: primero dijeron que Trump se refería a las presidenciales de 2027, no a las legislativas. Pero el propio Trump salió luego a ratificar que hablaba de las elecciones intermedias. Ese tira y afloja verbal es representativo de un juego de poder: la Casa Blanca lanza señales, y el Ejecutivo argentino corre a explicitar que “no debe entenderse de esa forma”. Pero la fuerza de una promesa condicionada ya quedó instalada. 

Este episodio no es anecdótico; abre una grieta profunda en la autonomía de decisiones nacionales. Las reformas económicas, las políticas sociales, las decisiones estratégicas ya no estarán solo bajo la lupa Argentina: cualquier paso podrá ser calibrado según el laboratorio político de Washington. Lo que se presenta como un auxilio podría devenir en herramienta de sometimiento: La frontera entre ayuda y chantaje se difumina.

Ya la combinación de declaraciones hicieron que los mercados reaccionen abruptamente: el condicionamiento provocó caídas bursátiles tras el discurso de Trump. Esa sensibilidad es peligrosa para una economía que vive con reservas extenuadas.

Un país que basa su estabilidad financiera en respaldos condicionados debilita su arquitectura institucional. Si la política se subordina al mandato externo, ¿qué espacio queda para la soberanía del Congreso, del Poder Judicial, de las mayorías futuras?

El anuncio de Trump no fue un gesto diplomático de cortesía, sino un aviso estratégico. Argentina está ante un nuevo tipo de dependencia: aquella en que el financiamiento externo se convierte en palanca electoral. Esa lógica no solo compromete la autonomía financiera del país, sino que amenaza su dignidad política.

Un país serio no puede vivir condicionando su supervivencia al resultado de una elección. La humillación ante Trump no puede ser una opción. 

También te puede interesar: